lunes, 1 de mayo de 2017

7º TECAO - Emprendedorismo

26/03/2017 - Clarín
Hambre de poder

La verdadera historia del hombre que hizo de Mc Donald's un imperio

Una película protagonizada por Michael Keaton cuenta cómo se construyó la mayor cadena de cómidas rápidas del mundo.

La verdadera historia del hombre que hizo de Mc Donald's un imperio Mc Donald’s es todo un símbolo en Estados Unidos y en cualquier parte del mundo. Su inconfundible logo está presente en 36.000 establecimientos de más de un centenar de países. Hasta ahora el cine se había hecho eco de la famosa cadena de restaurantes a través de algunos documentales como Super Size Me (2004), donde el cineasta Morgan Spurlock denunciaba los perjudiciales efectos que causa en el organismo la ingesta masiva de los productos que sirven sus locales. Y es que engordó once kilos y sufrió graves problemas de salud durante los 30 días que pasó comiendo exclusivamente super menús de Mc Donalds.
La famosa cadena de restaurantes también ha estado presente en la industria del séptimo arte a través de varias películas, además de aparecer en suculentos diálogos, como el que mantenían John Travolta y Samuel L. Jackson en Pulp Fiction (1994).
Sin embargo, ninguna película se había adentrado en los orígenes de la compañía que pusieron en marcha los hermanos Dick y Mac Mc Donald allá por los años 40. Han tenido que ser otros hermanos, los todopoderosos Weinstein, los que levantaron el proyecto de Hambre de poder, que relata la verdadera historia detrás del imperio que esconden los ‘arcos dorados’.
El filme, dirigido por John Lee Hancock (El sueño de Walt, Un sueño posible), es una biopic entretenida y curiosa sobre Ray Kroc, un vendedor de Multimixer, una máquina que permitía hacer cinco batidos a la vez, que acabó adueñándose del concepto de comida rápida ideado por los Mc Donald para crear el imperio gastronómico que hoy conocemos. En la piel de Michael Keaton, este excéntrico personaje de Illinois es dibujado como la personificación exacta del sueño americano a base de tenacidad, constancia y fe en uno mismo.
En 1954, Kroc era un vendedor fracasado de 52 años que se pasaba la vida viajando por la carretera para ofrecer las ventajas de sus batidoras de cinco ejes a los dueños de establecimientos de comida rápida. Pese a las sucesivas negativas que recibía, jamás se rendía y para estimular su optimismo escuchaba discos con mensajes sobre la importancia de la persistencia para lograr los objetivos.
Sí, la clave era la persistencia. Ni el talento, ni la genialidad o la educación iban a guiarle por el camino de la fortuna. Así fue como a una edad en la que la mayoría de hombres soñaban con la jubilación, Kroc se lanzó a por todas gracias a la inspiración de un nombre perfecto: Mc Donald’s.
El filme recrea el momento en el que el vendedor cruza su destino con el de Dick y Mac, que le hicieron un pedido de ocho multibatidoras porque no daban abasto en su negocio. Atraído por la curiosidad, se planta ante el pequeño local que los hermanos tenían en San Bernardino (California) y se queda maravillado ante lo que ve: gente haciendo cola a las 11.30 de la mañana para comer hamburguesas, papas fritas, gaseosas y batidos.
El establecimiento no tenía mesas ni sillas y seguía un modelo de autoservicio en el cuál los clientes hacían su pedido y lo recibían en un tiempo récord de 30 segundos a un precio muy accesible.
El filme retrata a Kroc como un auténtico visionario, un lobo de los negocios extremadamente astuto que supo ver más allá de un recinto en auge para orquestar un auténtico negocio de franquicias. Los arcos dorados, las cruces y las banderas iban a convertir a Mc Donald’s en la nueva iglesia de Estados Unidos, el lugar perfecto para las reuniones familiares.
Su idea de incrementar la oferta para hacer crecer la demanda le llevó a firmar un rápido contrato con Dick y Mac. Según el acuerdo, recibía el 1,9% de las ventas de cada franquicia que se abriera en Estados Unidos. La mitad de sus ingresos, no obstante, debía entregarla a los hermanos.
La empresa ganó fama en pocos años. Se expandió por todo el país convirtiéndose en una de las marcas de referencia de comida rápida. Pero cuando Kroc vio que el contrato no le proporcionaba los ingresos necesarios, intentó renegociar su parte de los beneficios con los Mc Donald, pero chocó con la negativa de Dick, que prefería centrar sus esfuerzos en su local original. Y es que a los hermanos los abrumaba la ambición desmesurada de Kroc y su empuje comercial. El sueño de ambos era ganar un millón de dólares y jubilarse.
La distancia entre los socios empezó a agravarse mientras Kroc veía impotente cómo le denegaban los préstamos que solicitaba al banco y su matrimonio iba haciendo agua. Fue en ese momento cuando conoció a Harry Sonnerbone, un genio de las finanzas que le contó cómo podía realmente hacer negocio con su proyecto. Si adquiría bienes raíces, es decir los predios donde posteriormente se construirían los nuevos restaurantes, podría vender no sólo el modelo de negocio sino alquilar también el espacio.
Kroc quiso entonces quedarse el negocio en exclusiva. El acuerdo para la compra de la empresa, a principios de los 60, estableció un pago de 2,7 millones de dólares para los Mc Donald. El orgulloso empresario se dio cuenta de que los hermanos no habían incluido en el acuerdo la propiedad del primer restaurante en San Bernardino. Así que decidió abrir un nuevo local muy cerca de la hamburguesería original, con lo que obligó a Dick y Mac a cerrar su restaurante.
Hambre de poder es la crónica del ascenso a lo más alto de un hombre que estaba en el ocaso de su carrera cuando surgió su gran oportunidad. Empezó por el flechazo que sintió con un nombre que le sonó como los ángeles, McDonald’s, y acabó casándose en terceras nupcias con Joan, la atractiva mujer de uno de sus socios de la que se quedó prendado cuando ésta tocaba el piano en un elegante restaurante de Minnesota.
Con la inmensa fortuna que amasó en vida, Kroc también mostró su lado más generoso erigiéndose en un gran mecenas de la investigación médica. “Yo tenía 52 años, diabetes y una incipiente artritis. Me habían extirpado la vesícula y parte de la glándula tiroides, pero estaba convencido de que lo mejor estaba por llegar”, sentenció este empresario que soñó a lo grande y expandió una compañía que hoy da servicio a 70 millones de clientes diarios en todo el mundo.
Cuando Kroc falleció en 1984 a la edad de 82 años, Joan heredó unos US$3.000 millones. La viuda del ‘rey de la hamburguesa’ se convirtió en la filántropa más famosa de Estados Unidos y optó por donar su dinero a diferentes causas humanitarias, entre ellas la lucha contra el Sida, la hambruna en Etiopía o el desarme nuclear.

Art. diario 26/03/17

Art. diario 30/04/17

30/04/2017  -  Clarín
"The Founder", la película del arco dorado

La polémica historia del un imperio fast food

La polémica historia del un imperio fast foodLos fundadores de McDonald's se quedaron con muy poco de su negocio. Su inversión fue capitalizada por otra persona.



De un puesto en un rincón perdido en un pueblo californiano al imperio que hoy cotiza en 20 .000 millones de dólares (o en 70 millones de clientes diarios en 36.000 locales por todo el mundo, si se prefiere). Estos números sintetizan la expansión de McDonald’s pero, en el medio, una historia extraña, con todos los ingredientes del sube y baja, amores y traiciones, propias de estas compañías. También, esa historia es reflejada por The Founder (El Fundador), la película de John Lee Hancock con Michael Keaton como excluyente protagonista, y que conduce hasta la pantalla mayor las desventuras, obsesiones, triunfos y golpes bajos en una relación. La que mantuvieron los verdaderos fundadores (los hermanos McDonald) con el controvertido Ray Kroc, quien inspiró la expansión de la marca. Y que finalmente se quedó con todos los títulos.
Probablemente, pocos actores como Michael Keaton —su resurgimiento se elogió en Birdman y Spotlight— podrían representar a Kroc con tanta fidelidad. “Yo me puedo identificar con él en cuanto era un gran trabajador. Al menos, al principio. Después se dejó llevar por la avaricia”, admitió Keaton. Pero también comentó que la película “no es sólo la historia de McDonald, sino la Gran Historia Americana. Más que en una biografía, la película resume lo que es este país, la tierra de las oportunidades, del trabajo duro, de la libre empresa y del capitalismo con todas las letras. Lo bueno y lo malo”.
Ese mensaje es permanente en The founder, sobre todo en el personaje de Keaton. Pero lo sucedido en la última década, desde la crisis financiera del 2008 hasta la irrupción de Trump, coloca entre paréntesis aquel “sueño americano”. Y resulta un deja-vu para quienes aún se quedaron en las ilusiones de la posguerra y en los emergentes años 50.
Fue justamente en aquel momento cuando surgió McDonald’s, en una esquina de San Bernardino. Los locales de comida ya existían, pero los hermanos hermanos Dick y Maurice McDonald concibieron un concepto distinto: directo al consumidor, a 10 centavos la hamburguesa, envuelta en un papel, sin cubiertos. Y sin mozos. Todo al alcance.
Ray Kroc, un hombre que ya había ingresado en sus cincuenta y se ganaba la vida atravesando las rutas polvorientas y vendiendo batidoras, se cruzó con los McDonald cuando estos lo sorprendieron con un pedido: necesitaban seis máquinas. La peli de Hancock habla de aquel momento como el de la sorpresiva “inspiración”. Kroc, observando desde su auto el local de los arcos dorados y el trámite rápido. Y allí habría concebido que el mismo sistema podía replicarse en la inmensa geografía de Estados Unidos. “Será como las banderas y las iglesias, uno en cada pueblo”, sentenció. Lo repiten hasta hoy.
En concreto, lo que Kroc le planteó a los hermanos fue establecer un sistema de franquicias. Lo dejaron probar, la primera se estableció en abril de 1955 en Des Plains, Illinois. La expansión fue vertiginosa. Pero el que le apuntó a Kroc donde estaba la clave de su riqueza fue Harry Sonnerbone, a quien describen como un genio de las finanzas: tenía que comprar los terrenos donde se instalaría cada una de aquellas franquicias. “El negocio está en los bienes raíces”, vaticinó.
La aplanadora
Seis años más tarde, la ambición y el ego incontrolable de Kroc se estrellaron con el conformismo de los McDonald’s. Estos sólo anhelaban una jubilación apacible, un millón de dólares sería suficiente para ellos. Pero con aquella ambición (y la película lo refleja) Kroc no se detuvo ante nada: dejó a su esposa y compañera de desventuras para quedarse con Joan, la mujer de uno de sus socios; resistió el asedio de los bancos cuando no financiaban sus primeras operaciones, y después tuvo su revancha. Y, fundamentalmente, se quedó con la compañía por unos tres millones de dólares.
Los hermanos McDonald nunca le perdonaron sus trucos. Maurice murió de un ataque al corazón en 1971, pero su hermano Richard se lo tomó con más calma y vivió hasta los 89 años en una pequeña casa de New Hampshire. “Tengo suficiente dinero, no merece la pena sufrir por eso. Vi como Maurice se lamentaba hasta morir y no quiero que me pase lo mismo”, contó. Pero ambos estallaban de rabia cuando Kroc se atribuía la “fundación” de la compañía. Según un sobrino llamado Ronald McDonald —paradójicamente, igual que el payaso que es imagen de la marca— estaban furiosos por la egolatría de Kroc: “¿Por qué pone su nombre en los manteles? Nadie hablaba de él como fundador, hasta que le cedimos la empresa. Si lo hubiéramos sabido, se habría quedado vendiendo máquinas de batidos”.
Oriundo de Chicago (1902) y muerto en San Diego, a los 82 años, Kroc no era tan famoso. Sin embargo, apareció junto a Einstein, Gandhi y otros colosos cuando Time eligió a “las 100 personalidades del siglo XX”. Al momento de su retiro, junto a su esposa acumulaban una fortuna de 500 millones de dólares, y compensaban su ascenso con obras filantrópicas —estaban entre los mayores aportantes de Estados Unidos—y como mecenas de investigaciones médicas.
El ascenso y las intimidades de los magnates suelen ser una temática atractiva para el cine, desde la inmensa Ciudadano Kane hasta las que reflejan —aunque con diversa calidad artística—a los más modernos Zuckerberg (en Red Social) o Steve Jobs. Faltaban Kroc y los hermanos McDonald, la biopic de Hancock la ha logrado. Y tal vez, para la marca, represente un marketing más suave que el lapidario Supersize Me de Morgan Spurlock, una década atrás. O el inolvidable Michael Douglas en Un día de furia, atacando la rutina o la sonrisa forzada de los empleados. Si Kroc soñó con su película, ya la tiene.

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